Educación Infantil

zig zag

RAICES…Todos se sorprendieron cuándo me vieron repleta de hojas verdes y dar fruto tan pronto, yo también.

Entré al colegio para sustituir a una palmera que había sido atacada por el picudo, nunca pude imaginar cuando me plantaron en un sitio que no había elegido cómo llegaría a encariñarme con el lugar.

Soy una privilegiada de poder ver todos los días ése ir y venir de cualquiera que traspasa la puerta, escuchar las conversaciones de los chiquillos cuando van camino del comedor para desayunar, algo que siempre he añorado de los humanos, el ritual de la comida para celebrar y compartir.

Aquí dentro todo se convierte en energía, el ajetreo cuándo se preparan actividades colectivas, el intercambio de materiales para esos ambientes que nunca estarán acabados porque siempre sabemos que llegará una idea nueva. Mi savia es mantener la capacidad de asombro, la unión de seis siglos de patrimonio con veinticinco nacionalidades que ríen y sueñan con un futuro justo para todos.

Todo fluye a mi alrededor, me siento crecer con la ilusión y el trabajo del que cree en un proyecto común, con quiénes cuidan que el niño que llega nuevo pueda tomarse su tiempo.

Ahora canto y bailo utilizando los días de viento y el movimiento de mis hojas. Ojalá la salud me respete porque quiero permanecer muchos años aquí, unirme a la historia del colegio, quiero ver crecer a esos niños que se tiran de un tobogán que parece sacado de una casa de muñecas, pero lo que más deseo es convertirme en alumna, sentir las cosquillas de la curiosidad, saberme cuidada.

Es cierto que el entorno devuelve lo que le damos y he tenido la suerte de ser regada con música, pasarán los años, caerán más siglos y mis ramas tendrán un horizonte más alto.